lunes, 13 de julio de 2020

CÓMO ENFRENTAR LA CRISIS DEL VIRUS SILENCIOSO

La crisis global actual es provocada por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, cuya infección fue identificada por primera vez en Wuhan, China en diciembre de 2019, y declarada pandemia en marzo de 2020. SARS-CoV-2 es parte de una gran familia de virus llamada coronavirus, que son causantes de enfermedades en diversas especies de mamíferos, y que ocasionalmente mutan e infectan también humanos. 

Por: Sara Benitez Majano, London School of Hygiene and Tropical Medicine Niels Ketelhöhn, INCAE Business School.*

Palabras claves: SARS-CoV-2, severidad del coronavirus, tiempos de ciclo coronavirus, tasa de infección coronavirus, letalidad coronavirus.

Para que los líderes de empresas y de los sistemas de salud tomen mejores decisiones para enfrentar esta crisis, es importante que conozcan las respuestas a tres preguntas fundamentales que desarrollamos en este artículo.

1. ¿Por qué es la pandemia del COVID-19 una amenaza tan grande para la humanidad?
Esta generación ha enfrentado epidemias de varias enfermedades infecciosas, y ninguna ha tenido un impacto tan profundo como la actual. 

¿Qué hace tan diferente al COVID-19? En general, las enfermedades infecciosas pueden categorizarse de acuerdo a tres dimensiones: transmisión, letalidad, y la susceptibilidad ante intervención con medidas de control epidemiológico.

Enfermedades como MERS y Ébola tienen altas tasas de letalidad (35% y 50%, respectivamente según OMS), pero tienen bajas tasas de transmisión (WHO, 2019; WHO, 2020). Como las personas infectadas se tornan infecciosas hasta que desarrollan síntomas, son fácilmente identificables, lo que permite que las medidas de control tradicionales contengan efectivamente estas enfermedades. En una categoría distinta está la influenza causada por el virus H1N1, que es muy contagiosa, pero tiene una letalidad baja. El Centro de Control de Enfermedades de EEUU (CDC por sus siglas en inglés), estima que el H1N1 infectó a más de 60 millones de personas entre abril 2009 y agosto 2010 en Estados Unidos, causando relativamente pocas muertes (12,469) (CDC, 2019). El virus fue tan exitoso en propagarse entre humanos, que ahora es parte de la lista de virus que causan influenza estacional.

El SARS-CoV (SARS) es posiblemente el virus más comparable al SARS-CoV-2 (COVID-19). Para ambos se estima que en una población totalmente susceptible, cada infectado genera (pre-distanciamiento social) alrededor de tres casos secundarios (el ahora famoso indicador, número de reproducción básica, R0). La tasa de letalidad de SARS es mayor a la de COVID-19 (11% vs alrededor de 2%) (WHO, 2003; Mahase, 2020), sin embargo, SARS es más susceptibles a intervenciones de control, porque los infectados con SARS son fácilmente identificables en el período infeccioso (Gandhi et al.,2020). En cambio, el virus que provoca COVID-19 parece poder transmitirse incluso antes de que comiencen los síntomas (Wei et al., 2020; Arons et al., 2020) lo que lo hace muy distinto a los virus SARSCoV, MERS-CoV, Ébola y H1N1.

Varios estudios han documentado infección en personas que no desarrollan síntomas, y esta infección asintomática tiende a detectarse más frecuentemente en personas jóvenes que en adultos mayores. Todavía no se entiende bien su rol en la propagación del virus, pero varios estudios han detectado grandes cantidades de virus viable en asintomáticos (Wei et al., 2020; Tong et al., 2020). 

La proporción total de asintomáticos es al momento desconocida y su detección depende en gran medida de la intensidad diagnóstica y criterios de elegibilidad para realizar pruebas en cada país o región.

Entonces, como es muy difícil detectar a todas las personas infectadas y capaces de transmitir el virus, las medidas de control tradicionales, como la identificación y aislamiento de personas con síntomas, no son suficientes para contener la propagación del virus. Además, las pruebas diagnósticas para la detección de infección activa que están disponibles al momento no son suficientemente confiables para detectar el virus en personas sin síntomas, y sólo funcionan en un rango limitado en el curso de la infección en aquellos con síntomas. 

Consecuentemente, la manera más efectiva para contener la propagación del virus, mientras no tengamos disponible una vacuna o tratamiento efectivos, es disminuir el contacto físico entre toda la población (infectados y susceptibles). Y esto ha generado una crisis socioeconómica además de la crisis de salud.

2. Entre los infectados, ¿cuán severa es la enfermedad?
Muchas de las características clínicas y epidemiológicas que conocemos sobre la enfermedad COVID-19 se originan en estudios realizados por China y otros países al inicio de la pandemia, sobre los cuales hay cierto nivel de incertidumbre.

Con base en esta información, conocemos que los síntomas más comunes incluyen fiebre, tos y cansancio. Otros estudios reportan síntomas atípicos y no-respiratorios como pérdida del olfato/gusto y trastornos cardiovasculares (Zheng et al., 2020), pero su papel en el diagnóstico de la enfermedad no es del todo claro.

Estudios basados sobre la muestra más grande reportada hasta el momento (44,672 casos confirmados en China hasta febrero 2020) reportan que 81% de los pacientes con COVID-19 cursaron enfermedad leve a moderada (con síntomas leves hasta neumonía leve), 14% con enfermedad severa (dificultad para respirar y saturación de oxígeno menor de 94%), y 5% con enfermedad crítica (falla respiratoria, shock o falla multi-orgánica) (Wu y McGoogan, 2020). La tasa de letalidad (o la probabilidad de muerte en casos confirmados) es 2.3% en general, y 49% en casos críticos. La tasa de letalidad reportada aumenta con la edad (8.0% en el grupo de edad 70-79, y 14.8% en los 80 y mayores), y es también más alta para personas con enfermedades crónicas pre-existentes (10.5% enfermedad cardiovascular, 7.3% diabetes, 6.3% enfermedad respiratoria crónica y 5.6% en aquellos con cáncer) (Wu y McGoogan, 2020).

“El virus que provoca COVID-19 parece poder transmitirse incluso antes de que comiencen los síntomas, lo que lo hace muy distinto a los virus SARS-CoV, MERS-CoV, Ébola y H1N1”.

Un estudio realizado en Estados Unidos encontró variabilidad en el porcentaje de pacientes con necesidad de hospitalización, cuidados intensivos, y tasa de letalidad por edad, con más altos requerimientos de servicios de salud y peor pronóstico en las personas mayores de 84 años (CDC, 2020). La relación entre la edad de los pacientes y su necesidad de atención hospitalaria y de cuidados intensivos (así como la tasa de letalidad) depende de su estado de salud general y sus condiciones de fondo, así como de la capacidad del sistema de salud de manejar las enfermedades crónicas pre-existentes y la enfermedad aguda por SARS-CoV-2.

Aún si las necesidades médicas de la mayoría de pacientes con enfermedad COVID-19 severa y crítica se relacionan a patología respiratoria aguda, una proporción sustancial de pacientes tendrá complicaciones de sus enfermedades de fondo precipitadas o no por la infección por SARS-CoV-2, particularmente en pacientes con infección nosocomial por SARS-CoV-2. Por lo tanto, factores poblacionales como la distribución de las poblaciones por edad y la prevalencia de enfermedades crónicas, son factores importantes que determinan la demanda de los servicios de salud por COVID-19 y el pronóstico de la enfermedad en cada país.

3. ¿Cuál es el ciclo del paciente de COVID-19?
Se estima que el período de incubación (número de días que transcurre desde que una persona adquiere la infección hasta que exhibe síntomas) tiene una duración mediana de 5 días (con el 99% de casos sintomáticos desarrollando síntomas antes del día 14 post-infección) (Lauer et al., 2020).

Un estudio de los primeros conglomerados de casos en Wuhan, China reporta que los pacientes que desarrollaron enfermedad severa y/o crítica, experimentaron un tiempo mediano de 7 días (rango 4-8 días) desde el inicio de los síntomas hasta tener dificultad para respirar, 8 días (rango 5-13 días) a hospitalización, 9 días hasta desarrollar síndrome de distrés respiratorio agudo (rango 8-14 días), 10.5 días (rango 8-17 días) desde inicio de síntomas a admisión en una unidad de cuidados intensivos, y 10.5 días (rango 7-14 días) hasta recibir ventilación mecánica (Huang et al., 2020). Un segundo estudio reportó una duración mediana de 7 días (IQR 3-11días) desde admisión a unidad de cuidados intensivos a muerte, en pacientes críticos fallecidos (Yang et al., 2020). La mayoría de enfermos críticos necesitarán ventilación mecánica (71% en dos estudios de pacientes críticos realizados independientemente en Wuhan, China y Washington State, EEUU) (Yang, 2020; Arentz et al., 2020). 

Una revisión de la literatura reciente (con datos actualizados hasta inicio de mayo 2020) reporta una duración de estancia hospitalaria mediana de 14 días (IQR 10-19 días) en estudios realizados en China, en comparación con una mediana de 5 días (IQR 3-9 días) en estudios realizados fuera de China; asimismo, la estadía mediana en unidades de cuidados intensivos que se reporta es de 8 días (IQR 5-13 días) en China y 7 días (IQR 4-11 días) en estudios fuera de China (Rees et al., 2020).

Los tiempos de progresión y de estadía hospitalaria dependen de la capacidad de detectar la infección, la capacidad de reconocer los cambios de síntomas que indican la progresión de la enfermedad, y de la capacidad de los servicios de salud de brindar los cuidados necesarios en forma oportuna. 

Igualmente, el tiempo entre el inicio de la enfermedad y muerte o recuperación depende de la efectividad de los servicios de salud en evitar o posponer la muerte. La tasa de letalidad debería ser más baja en unidades de cuidados intensivos modernas con disponibilidad adecuada a ventilación mecánica, oxigenación por membrana extracorpórea (Vincent y Taccone, 2020), con acceso a tratamiento farmacológico, y a personal capacitado.

También es probable que las menores tasas de letalidad se logren a expensas de estadías hospitalarias más prolongadas.

Conclusiones
Las respuestas a las tres preguntas que componen este artículo tienen implicaciones en tres niveles. Primero, a nivel individual es necesario que cada individuo entienda las características del virus, las razones por las cuáles el distanciamiento social y las cuarentenas son necesarias, y las razones por las que debemos monitorear síntomas y mantener una bitácora del contacto con otros.

Verdaderamente el primer gran reto es que la gente entienda la magnitud de esta amenaza, y que lo que está bajo riesgo es la vida propia y la de los que nos rodean.

Segundo, la crisis del coronavirus tendrá un fuerte efecto sobre las empresas. Por un lado, formas de rastreo de posibles contactos contagiosos, con trabajo remoto, con pruebas preventivas, y con el aislamiento más acentuado para los colaboradores de mayor riesgo. 

Por otro lado, la crisis sanitaria tiene un fuerte efecto en la economía y en los patrones de consumo de la población, por lo que es importante que las empresas se adapten a un entorno totalmente nuevo para mitigar los efectos
negativos y aprovechar las nuevas oportunidades. Para navegar la crisis las empresas requieren una estrategia clara y una revisión integral de las operaciones.

Finalmente, esta información es relevante para los líderes de los sistemas de salud nacionales y para los gobiernos de América Latina. Son frecuentes y costosos los errores de gobernantes que subvaloraron el ritmo de contagio, que no entendieron cuál era la capacidad instalada necesaria para atender a los enfermos críticos, que subestimaron la cantidad de camas hospitalarias, personal y equipo de cuidado intensivo que es necesario. 

El problema más grande no es equivocarse, sino no querer aprender. Y en medio de una crisis en la que se conoce muy poco al enemigo, hay que saber aprender y corregir rápido. Además del efecto sanitario y el económico, esta crisis tendrá un impacto político, porque los pueblos reclamarán a sus gobernantes las acciones que tomaron y las que hayan omitido tomar.

Referencias
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“El problema más grande no es equivocarse, sino no querer aprender. En medio de una crisis en la que se conoce muy poco al enemigo, hay que saber aprender y corregir rápido” las empresas deben prepararse para enfrentar el problema salubre creado con el virus, con nuevas prácticas de distanciamiento social, con nuevos protocolos sanitarios, con la implementación de 
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* Sara Benitez Majano. London School of Hygiene and Tropical Medicinesarabenitezmajano@gmail.com
Niels Ketelhöhn
INCAE Business School
niels.ketelhohn@incae.edu

Artículo tomado de: Web www.incae.edu/es/clacds