Una oportunidad perdida... una recreación del centenario del partido de fútbol entre las tropas alemanas y aliadas durante la tregua de Navidad de 1914.
Tomado de: https://es.weforum.org/
Una oportunidad perdida... una recreación del centenario del partido de fútbol entre las tropas alemanas y aliadas durante la tregua de Navidad de 1914.
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Debemos hacer bien el Gran Reinicio. Los desafíos son mayores de lo que se imaginaba, pero nuestra capacidad de reiniciar es también mayor de lo que nos habíamos atrevido a esperar.
Este es un extracto del nuevo libro del profesor Klaus Schwab y Thierry Malleret: COVID-19 : El Gran Reinicio.
En este corto período de tiempo, la COVID-19 ha provocado cambios trascendentales y ha magnificado los problemas que ya aquejaban a nuestras economías y sociedades. El aumento de las desigualdades, una sensación generalizada de injusticia, la profundización de las brechas geopolíticas, la polarización política, el incremento del déficit público y los elevados niveles de endeudamiento, una gobernanza global ineficaz o inexistente, una excesiva financiarización, la degradación del medio ambiente... son algunos de los principales desafíos que existían antes de la pandemia. La crisis del coronavirus los ha agravado todos.
¿Podría la debacle de la COVID-19 ser el relámpago antes del trueno? ¿Podría tener la fuerza suficiente para desatar una serie de cambios profundos?
No podemos saber cómo será el mundo dentro de diez meses, y mucho menos dentro de diez anos, pero lo que sí sabemos es que, a menos que hagamos algo para reiniciar el mundo de hoy, el mundo del mañana se verá profundamente afectado. En Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, un pueblo entero prevé una catástrofe inminente y ninguno de sus habitantes parece poder o querer actuar para evitarla, hasta que es demasiado tarde. No queremos ser ese pueblo.
Para evitar semejante destino, necesitamos poner en marcha el gran reinicio sin demora. No es algo que «sería deseable», sino una necesidad absoluta. Si no se abordan y se corrigen los males tan profundamente arraigados en nuestra sociedad y nuestra economía, podría aumentar el riesgo de que finalmente, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, el reinicio venga impuesto por crisis violentas, como conflictos armados e incluso revoluciones. Nos corresponde a nosotros tomar el toro por los cuernos. La pandemia nos brinda esta oportunidad: «representa una oportunidad inusual y reducida para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo»
La profunda crisis provocada por la pandemia nos ha brindado multitud de oportunidades para reflexionar sobre cómo funcionan nuestras economías y sociedades y cómo no. El veredicto parece claro: necesitamos cambiar; debemos cambiar. ¿Pero podemos? ¿Aprenderemos de los errores que cometimos en el pasado? ¿Abrirá la pandemia una puerta a un futuro mejor? ¿Pondremos nuestra casa global en orden? En pocas palabras, ¿pondremos en marcha el gran reinicio? Reiniciar es una tarea ambiciosa, quizás demasiado ambiciosa, pero no tenemos más remedio que hacer todo lo posible para llevarla a cabo.
Se trata de hacer que el mundo sea menos divisivo, menos contaminante, menos destructivo, más inclusivo, más equitativo y más justo de lo que era antes de la pandemia. No hacer nada, o demasiado poco, es caminar como sonámbulos hacia una situación de creciente desigualdad social, desequilibrio económico, injusticia y degradación ambiental. No actuar equivaldría a dejar que nuestro mundo se volviera más mezquino, más dividido, más peligroso, más egoísta y simplemente insoportable para grandes segmentos de la población mundial. No hacer nada no es una opción viable.
Dicho esto, todavía falta mucho para que el gran reinicio sea un hecho consumado. Puede que haya quien se resista a la necesidad de acometer esta tarea, temerosos de su magnitud y deseosos de que el sentido de urgencia disminuya y la situación vuelva pronto a ser «normal».
El argumento a favor de la pasividad es el siguiente: ya hemos pasado por crisis similares (pandemias, severas recesiones, brechas geopolíticas y tensiones sociales) y volveremos a superarlas. Como siempre, las sociedades se reconstruirán, y también sus economías. ¡La vida sigue! La lógica contraria al reinicio también parte de la convicción de que la situación mundial no es tan mala y que solo necesitamos limar algunas asperezas para mejorar.
Es cierto que la situación mundial actual es, por término medio, considerablemente mejor que en el pasado. Debemos reconocer que, como seres humanos, nunca nos había ido tan bien. Casi todos los indicadores clave que miden nuestro bienestar colectivo (como el número de personas que viven en la pobreza o mueren en conflictos armados, el PIB per cápita, la esperanza de vida o los índices de alfabetización e incluso el número de muertes causadas por pandemias) han mejorado continuamente a lo largo de los siglos, de forma especialmente notable en las últimas décadas.
Pero han mejorado «en promedio», una realidad estadística que no tiene sentido para quienes se sienten excluidos (casi siempre porque lo están). Por lo tanto, la convicción de que el mundo actual es mejor de lo que ha sido jamás, aunque correcta, no puede servir de excusa para conformarse con el statu quo y no buscar soluciones a los numerosos males que lo siguen aquejando.
Ahora estamos en una encrucijada. Un camino nos llevará a un mundo mejor, más inclusivo, equitativo y respetuoso con la Madre Naturaleza. El otro nos llevará a un mundo que se parece al que acabamos de dejar atrás, pero peor y constantemente sal- picado de sorpresas desagradables. Por tanto, debemos hacer las cosas bien. Los desafíos que tenemos por delante podrían ser más importantes de lo que hasta ahora hemos querido imaginar, pero nuestra capacidad para reiniciar también podría ser mayor de lo que nos habíamos atrevido a esperar.
El COVID-19 ha agitado el mundo en formas no vistas desde las guerras mundiales, afectando todos los aspectos de la vida humana.
Para el desarrollo sostenible del planeta, es vital que nuestra recuperación priorice nuevas formas más verdes de hacer negocios.
El "Gran Reinicio" ofrece la oportunidad de reevaluar las vacas sagradas del sistema prepandémico, pero también de defender los valores que se han mantenido durante mucho tiempo.
Ningún acontecimiento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha tenido un impacto global tan profundo como el COVID-19. La pandemia ha desatado una crisis de salud pública y económica en una escala nunca vista en generaciones y, al mismo tiempo, ha exacerbado problemas sistémicos como la desigualdad y la postura de las grandes potencias.
La única respuesta aceptable para una crisis semejante es intentar aplicar un “Gran Reinicio” de nuestras economías, políticas y sociedades. En verdad, éste es un momento para reevaluar las vacas sagradas del sistema pre-pandemia, pero también para defender ciertos valores de larga data. La tarea que enfrentamos es la de preservar los logros de los últimos 75 años de una manera más sostenible.
En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el mundo hizo avances sin precedentes en cuanto a erradicar la pobreza, reducir la mortalidad infantil, aumentar la expectativa de vida y expandir el alfabetismo. Hoy, la cooperación y el comercio internacional, que impulsaron la mejora de posguerra en éstas y muchas otras mediciones del progreso humano, deben mantenerse y defenderse frente a un renovado escepticismo de sus méritos.
Al mismo tiempo, el mundo también debe seguir prestando atención a la cuestión definitoria de la era pre-pandemia: la “Cuarta Revolución Industrial” y la digitalización de innumerables actividades económicas. Los recientes avances tecnológicos nos han dado las herramientas que necesitamos para enfrentar la crisis actual –inclusive a través del rápido desarrollo de vacunas, nuevos tratamientos y equipamiento de protección personal-. Necesitaremos seguir invirtiendo en investigación y desarrollo, educación e innovación, mientras creamos protecciones contra quienes hacen un mal uso de la tecnología.
Pero también será necesario reevaluar otras consignas de nuestro sistema económico global con una mente abierta. Una de las principales es la ideología neoliberal. El fundamentalismo de libre mercado ha erosionado los derechos de los trabajadores y la seguridad económica, ha desatado una carrera desregulatoria hacia el fondo y una ruinosa competencia impositiva, y ha permitido el surgimiento de nuevos monopolios globales gigantescos.
Las reglas de comercio, tributación y competencia que reflejan décadas de influencia neoliberal ahora tendrán que ser revisadas. De lo contrario, el péndulo ideológico –ya en movimiento- podría oscilar de vuelta hacia el proteccionismo a gran escala y hacia otras estrategias económicas perjudiciales para todos.
Específicamente, será necesario que reconsideremos nuestro compromiso colectivo con el “capitalismo” como lo hemos conocido. Obviamente, no deberíamos prescindir de los motores básicos del crecimiento. Le debemos gran parte del progreso social del pasado a la iniciativa empresarial y a la capacidad de crear riqueza asumiendo riesgos y buscando modelos de nuevos negocios innovadores. Necesitamos que los mercados asignen recursos y la producción de bienes y servicios de manera eficiente, en especial cuando se trata de enfrentar problemas como el cambio climático.
Pero debemos repensar a qué nos referimos cuando hablamos de “capital” en sus muchas iteraciones, ya sea financieras, ambientales, sociales o humanas. Los consumidores de hoy no quieren más y mejores bienes y servicios por un precio razonable. Por el contrario, cada vez más esperan que las empresas contribuyan al bienestar social y al bien común. Existe una necesidad fundamental y una demanda cada vez más generalizada de un nuevo tipo de “capitalismo”.
Para reconsiderar el capitalismo, debemos reconsiderar el papel de las corporaciones. Un exponente temprano del neoliberalismo, el economista y premio Nobel Milton Friedman, creía (citando al ex presidente norteamericano Calvin Coolidge) que “el negocio de los negocios es el negocio”. Pero cuando Friedman bregaba por la doctrina de la primacía de los accionistas, no consideraba que una empresa listada en bolsa tal vez no fuera sólo una entidad comercial sino también un organismo social.
Asimismo, la crisis del COVID ha demostrado que las empresas que invirtieron en fortalecer su vitalidad de largo plazo han estado mejor equipadas para capear la tormenta. De hecho, la pandemia ha acelerado el giro hacia un modelo de capitalismo corporativo de partes interesadas, tras la adopción de este concepto por parte de la Mesa Redonda de los Negocios de Estados Unidos el año pasado.
Pero para que se mantengan las prácticas empresarias más conscientes desde un punto de vista social y ambiental, las empresas necesitan lineamientos más claros. Para satisfacer esa necesidad, el Consejo Internacional de Empresarios del Foro Económico Mundial ha desarrollado un conjunto de “Métricas de Capitalismo de Partes Interesadas” para que las empresas puedan estar de acuerdo en lo que concierne a evaluar valor y riesgos.
Si la crisis del COVID nos ha demostrado algo es que los gobiernos, las empresas o los grupos de la sociedad civil que actúan por sí solos no pueden hacer frente a los desafíos globales sistémicos. Necesitamos romper los compartimientos que mantienen aisladas a estas esferas y empezar a construir plataformas institucionales para la cooperación público-privada. Igual de importante es que las generaciones más jóvenes deben participar en este proceso, porque tiene que ver inherentemente con el futuro de largo plazo.
Finalmente, debemos ampliar nuestro esfuerzo por reconocer la diversidad de contextos, opiniones y valores entre los ciudadanos en todos los niveles. Cada uno de nosotros tiene su propia identidad individual, pero todos pertenecemos a comunidades locales, profesionales, nacionales y hasta globales con intereses compartidos y destinos entrelazados.
El Gran Reinicio debería buscar darle voz a quienes han quedado rezagados, para que todos los que estén dispuestos a “definir conjuntamente” el futuro puedan hacerlo. El reinicio que necesitamos no es una revolución o la adopción de alguna nueva ideología. Más bien, debería ser visto como un paso pragmático hacia un mundo más resiliente, cohesivo y sustentable. Algunos de los pilares del sistema global tendrán que ser reemplazados y otros, reparados o fortalecidos. Lograr un progreso, una prosperidad y una salud compartidos no exige nada más –ni nada menos.
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No cabe duda de que la planificación es uno de los aspectos clave de cara a establecer un Sistema de Gestión de Continuidad de Negocio.
Según ISO DIS 22301, la organización debe planificar, implementar y controlar los procesos necesarios para cumplir con los requisitos e implementar acciones para enfrentar riesgos y oportunidades.
Mediante este análisis se debe identificar y seleccionar las estrategias y soluciones de continuidad del negocio apropiadas. Teniendo en cuenta sus costes asociados para:
Responder a las interrupciones a tiempo. Continuar y recuperar las actividades priorizadas y sus recursos requeridos para cumplir con la entrega de productos y servicios en el límite de tiempo acordado.Para aquellas actividades que tengan prioridad, la organización debe identificar y seleccionar las estrategias y soluciones adecuadas, teniendo en cuenta los objetivos de continuidad del negocio y la cantidad y el tipo de riesgo que la organización puede o no puede tomar, para así:
Minimizar la probabilidad de interrupción. Acortar el período de interrupción. Mitigar el impacto de la interrupción en los productos y servicios de la organización.La organización deberá determinar los recursos necesarios para implementar el negocio seleccionando soluciones de continuidad. Estos tipos de recursos considerados deben incluir, entre otros, los siguientes:
Personas Información y datos Infraestructura física, como por ejemplo edificios, lugares de trabajo u otras instalaciones y servicios públicos asociados Equipos y consumibles Sistemas de tecnología de la información y la comunicación (TIC) Transportes Finanzas Socios y proveedoresLa organización debe implementar las soluciones de continuidad de negocios seleccionadas para que puedan activarse cuando sea necesario.