Ha habido notorios avances de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en América Latina, puesto que hace pocos años ni siquiera se hablaba del tema.
Hoy, en cambio, es asunto prioritario en el mundo empresarial; muchas compañías desarrollan planes y proyectos dentro de la moderna concepción de ese modelo de gestión corporativa, y hasta los distintos grupos sociales, encabezados por la comunidad en general, empiezan a reclamar cada vez más que las empresas sean socialmente responsables, con todo lo que ello implica: respetar los derechos humanos y laborales, luchar contra la corrupción, proteger el medio ambiente y contribuir a resolver los mayores problemas sociales (pobreza, desempleo, violencia, etc.).
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
Es claro, no obstante, que todavía falta mucho por hacer, que dicho proceso es incipiente, como sucede en el resto del mundo.
Por ejemplo, las pequeñas y medianas empresas (Pymes) no suelen comprometerse a fondo con la RSE, entre otras razones porque la ven como un gasto más, el cual en ocasiones no pueden asumir por sus restricciones de capital, a diferencia de las grandes, donde realmente hay un mayor compromiso al respecto, con programas específicos.
Es necesario, por tanto, que las Pymes vean la RSE como una inversión en sentido estricto, la cual les genera enormes beneficios hasta de carácter económico, siendo una estrategia indispensable para competir en los mercados internacionales, donde hay crecientes exigencias en materia de responsabilidad social. Deben comprender, en fin, que de la RSE depende en gran medida su permanencia y consolidación en el mercado.
Alianzas Vs. problemas sociales. A mi modo de ver, la RSE en América Latina debe enfocarse principalmente en resolver nuestros mayores problemas sociales, especialmente la pobreza y la desigualdad o la amplia brecha entre ricos y pobres, sin olvidar que en este sentido registramos los peores niveles del planeta, en perjuicio de millones de seres humanos, víctimas a su vez del desempleo, la exclusión y marginalidad, la falta de oportunidades, etc.
Los árboles no deben tapar el bosque de tan crítica situación social, terreno abonado para graves tensiones políticas, económicas y sociales, que pueden dar al traste con el sistema democrático en economías de mercado.
En cuanto a las obvias diferencias entre los países de la región, sólo diría que la RSE debe adaptarse a las condiciones sociales de cada lugar, si bien éstas son bastante comunes a los pueblos latinoamericanos, los cuales sufren todavía del subdesarrollo o el atraso que debemos superar. La RSE es precisamente uno de los medios efectivos para lograrlo.
Ahí precisamente son indispensables las alianzas estratégicas. Entre el sector público y el privado, entre empresarios y trabajadores, en torno a proyectos sociales, los cuales ya no son responsabilidad exclusiva del sector público, el Estado o el gobierno de turno, sino también de las empresas, que es precisamente la Responsabilidad Social Empresarial. Hay, pues, que sumar esfuerzos, con verdadero sentido de solidaridad.
¿Cómo hacer dichas alianzas? Veamos: hay que ver cada proyecto, determinando la participación de cada sector. Así, en un proyecto de vivienda para familias pobres, qué aporta cada uno, buscando siempre alcanzar economías de escala, que permitan reducir los costos de manera significativa y garantizar el mayor impacto posible (o sea, en beneficio de más grupos sociales), cosa que por lo general no es posible cuando se actúa en forma aislada, cada quien por su lado.
Para esto sirven mucho las redes, facilitadas ahora por los avances tecnológicos en comunicaciones, como pasa con internet y las nuevas redes sociales.
Estado, sindicatos y universidades. Los Estados, a través de los gobiernos, deben continuar la política social, sin trasladarla por completo al sector privado, eludiendo su responsabilidad, un gran riesgo que ya se corre con la RSE. Deben, sí, aliarse con los otros sectores para resolver, en forma conjunta, los problemas sociales, no sólo por solidaridad sino en ejercicio de una auténtica concertación, en el marco del Estado social de derecho, consagrado en normas constitucionales.
Pero, los Estados deben ir más lejos: convertir la RS en política de Estado, creando condiciones favorables para su desarrollo como son, verbigracia, los beneficios tributarios, los cuales pueden ayudar bastante a las empresas pequeñas para que sean socialmente responsables. Una política de Estado con amplia participación del sector empresarial, según viene sucediendo en países como Inglaterra y en la propia Unión Europea.
Y sobre el papel que los sindicatos y universidades deben jugar en la RSE, digamos que tales organizaciones deben ser igualmente responsables, como las empresas y cualquiera otra de carácter social. Al fin y al cabo ambos sectores tienen un rol fundamental en la sociedad, sea en el plano productivo o en el de la educación superior, sin que puedan ser inferiores a ese reto, más aún cuando vivimos ahora en una economía globalizada y en la llamada sociedad del conocimiento, donde el desarrollo de los pueblos depende en alto grado de la generación de riqueza en las empresas y de la adecuada formación en los centros universitarios.
Por fortuna, aún en América Latina se aprecia un cambio positivo en los sindicatos, ahora a favor de sus empresas como expresión de la alianza entre el capital y el trabajo, mientras hay un auge de la Responsabilidad Social Universitaria, siguiendo también la tendencia universal. Son dos actores protagónicos de la RSE, sin duda.
Rumbo al desarrollo comunitario. La comunidad, según nos enseña la RSE, es también un grupo de interés, como las universidades y sindicatos, los empleados y proveedores, los consumidores, etc. Por consiguiente, las organizaciones interesadas en ser socialmente responsables deben impulsar proyectos de desarrollo (ojalá por medio de las citadas alianzas estratégicas) en sus comunidades, empezando por las de su entorno, donde operan las compañías, lo cual suele generarles múltiples beneficios.
De igual manera, deben vincularse a proyectos locales, regionales y nacionales e incluso mundiales, con mayor razón frente a la globalización que hoy se impone en los negocios, donde empresas multinacionales tienen a veces un poder de influencia superior al de los gobiernos y países.
Recordemos que la sociedad actual está enferma, con profundos males que la agobian y están incluso en capacidad, si no actuamos a tiempo, de destruirla. La Responsabilidad Social Empresarial, como nuevo modelo de desarrollo, puede ayudar a sanarla, en beneficio de todos nosotros.
(*) Director de la Revista “Desarrollo Indoamericano”, Universidad Simón Bolívar (Barranquilla, Colombia) –jesierram@gmail.com
Tomado de: http://www.i-ambiente.es/