¿Procrastinas? ¿Hay momentos en los que aplazas las cosas que sabes que mejorarán tu vida y/o tu negocio?
Cuando hago esta pregunta en mis presentaciones y talleres en vivo, 80 por ciento de las manos en la audiencia se levantan. El resto, por supuesto, está esperando a contestar a la pregunta después. (Sí, sí, un pequeño chiste de procastinación).
Ahora, la mayor parte de la gente está de acuerdo en que procstinar los aleja de sus metas; pero es un hecho que la procastinación evitará que llegues a tus metas.
La pregunta lógica entonces es, ¿Cómo dejamos de procastinar? El problema con esa pregunta es que los humanos no somos lógicos. (Pregúntenle a Mr. Spock.)
La cuestión detrás de esta pregunta, entonces, es ¿cuáles son esos malos hábitos y cómo podemos cambiarlos? A finales de la década de los 90, un grupo de neurocientíficos del MIT descubrieron que los hábitos se forman en el cerebro, un proceso que Charles Duhigg, autor de El poder de los hábitos, llama “el ciclo del hábito”:
Primero: la entrada
El primer elemento del ciclo del hábito es la entrada, la pista. La entrada es lo que hace que un hábito pase. También podríamos llamarlo estímulo.
Por ejemplo, digamos que estás sentado en tu escritorio, y estás pensado en hacer esa “cosa” que ayudaría a que tu negocio creciera. Puedes estar pensando “Sabes, debería escribir ese artículo… o llamara a ese prospecto… o hacer ese Speech de ventas… o terminar ese video de entrenamiento.”
Así que ahí estás, pensando en hacer esa acción que realmente te ayudaría a ganar más dinero o a hacer crecer tu negocio.
Siguiente: la rutina
Después pasamos al siguiente elemento del ciclo, llamado rutina. Esto es lo que haces después de que el estímulo ocurre.
En este ejemplo, estás pensando si deberías hacer esa actividad que te ayudaría a ganar más dinero. Así que, ¿qué es exactamente lo primero que haces después de que tienes ese estímulo?
Aquí es donde la cosa se pone interesante. El cerebro humano es altamente eficiente. Esa es la buena noticia, sin embargo, también es una mala noticia, porque tu cerebro es tan eficiente que cuando encuentra una forma de hacer las cosas, no quiere cambiarla.
Lo que significa que cuando empiezas a hacer algo (formar un hábito) tu cerebro tiende a querer mantenerlo, incluso cuando tú, dueño de dicho cerebro, quieres hacer algo diferente.
Por ejemplo, de manera consciente sabes que procastinar no es un buen hábito y que tener este hábito te está costando dinero y tiempo. Sin embargo, como tu cerebro es tan eficiente, este se encuentra diciendo básicamente “Oye, lo que tenemos está bien… ¿Para qué quieres cambiar?”.
Así que tienes el estímulo o entrada (piensas sobre hacer esa cosa que te hará ganar más dinero), y luego haces… otra cosa. Ver videos de gatitos en YouTube, revisar Instagram, ver Netflix, ir a la cocina por un snack, revisar Instagram de nuevo… distracciones con posibilidades infinitas.
Luego: la recompensa
El tercer elemento del ciclo del hábito se llama recompensa. Los investigadores del MIT descubrieron que después de hacer tu rutina el cerebro libera “hormonas felices”, incluyendo las endorfinas. Las endocrinas interactúan con los receptores de tu cerebro que reducen tu percepción del dolor. Las endorfinas también tienen un efecto positivo en la percepción del cuerpo, similar a la de la morfina. Es como si tu cerebro dijera, “Ah gracias, necesitaba eso.”
Piensa en eso un momento. Cuando estás haciendo algo que disfrutas, algo que acostumbras hacer (un hábito) tu cerebro se siente mejor. ¡Y ese es justamente el problema! Porque con el tiempo, si sigues haciendo este hábito, tenderás a seguirlo haciendo de manera inconsciente, aunque conscientemente sepas que este hábito no te va a llevar a donde quieres ir.
Pero, ¿qué crees? ¡A tu cerebro no le importa! Porque tu cerebro ya está produciendo su recompensa (es decir, sus endorfinas) por hacer lo que lo hace sentir bien y tu cerebro no quiere empezar a hacer cosas que tal vez lo hagan sentir incómodo (y por lo tanto, le causen dolor).
La cosa es que cuando intentas cambiar tus hábitos usando el viejo método de “la fuerza de voluntad”, lo que realmente estás intentando hacer es pelear contra tu propio cerebro. ¿Ves por qué esto casi nunca funciona?
La razón por la que la fuerza de voluntad no es suficiente
Los maestros del éxito tradicional se enfocan casi siempre en la forma de llegar al éxito, esto es, la forma en la que debes cambiar tu comportamiento para obtener resultados diferentes. Algo que suena perfectamente lógico, ¿cierto?
Sin embargo, en mi experiencia de más de 20 años como coach de cientos de emprendedores igualitos a ti en todo el mundo, me ha mostrado que cuando la gente intenta utilizar esos programas tradicionales sobre cómo cambiar sus hábitos parece que estuvieran intentando clavar un clavo en una pared… con una motosierra.
No hay nada malo con la motosierra… si lo que quieres es derribar un árbol. Sin embargo, si lo que quieres es clavar un clavo en una pared, estás usando la herramienta equivocada para lograrlo.
El punto es que, aunque no hay nada realmente “malo” con intentar usar tu fuerza de voluntad para cambiar tus hábitos, hay estudios científicos que han demostrado que la fuerza de voluntad es un recurso limitado, uno que, irónicamente, se usa bastante para intentar cambiar de hábitos.
La razón por la que estás más cerca de lo que imaginas
La buena noticia es que estás más cerca de lo que crees de poder cambiar el hábito de procastinar sin usar tu fuerza de voluntad.
¿Cómo lo sé? Porque creo que ya debes haber invertido mucho tiempo, dinero y esfuerzo en todos esos programas tradicionales para intentar cambiar tus hábitos.
A partir de ahora, deja de usar tu fuerza de voluntad para cambiar tus hábitos y mejor usa mi método “R.I.S.E.S” (por sus siglas en inglés):
1. Reconoce tu estímulo. ¿Qué estímulo da pie a este hábito? Durante los próximos 7 días identifica exactamente qué pasa en tu vida que te hace procastinar. Por ejemplo, ¿procastinas porque tienes miedo? ¿Navegas en internet porque te sientes solo?
2. Aísla tu rutina. ¿Qué haces exactamente después de que aparece tu estímulo? Por ejemplo, cuando sentimos miedo, tendemos a alejarnos de lo que nos está causando esa emoción. Así que si tienes miedo de llamarle a ese prospecto, la forma más fácil de evitarlo es navegar en Internet para no tener que enfrentarte a ese miedo.
3. Identifica tu recompensa. Por ejemplo, procastinar puede hacerte sentir seguro porque no tienes que enfrentar tu miedo o lo que pudiera pasar si realmente hicieras eso que estás pensando hacer. ¿Qué recompensa obtienes de hacer este hábito?
4. Expón tu creencia. Cada hábito produce una creencia que se correlaciona, por ejemplo, un procrastinador crónico puede pensar “trabajo mejor bajo presión”. ¿Qué creencias estás teniendo que te impiden dejar ir este hábito?
5. Sustituye por una mejor rutina. En lugar de navegar sin rumbo en Internet, ¿Qué pasaría si le marcaras a ese prospecto o terminaras ese reporte? ¿Qué pasaría si realmente hicieras eso que te da miedo hacer?
Por supuesto que cuando hagas esto tendrás que enfrentar tus miedos y retar tus creencias, y eso es algo sumamente incómodo, algo que la mayoría de las personas no quiere hacer.
Sin embargo, si quieres cosechar los beneficios de romper el hábito de procastinar, puede que te des cuenta de que (en palabras del filósofo y autor George Addair) “todo lo que siempre has querido está del otro lado del miedo.”
Tomado de: https://es.weforum.org