Dos décadas antes de volcar su atención a la riqueza de las naciones, el mismísimo Adam Smith dedicó su libro “La Teoría de los Sentimientos Morales” a explorar cómo los intercambios sociales, económicos o no, descansan sobre la confianza.
POR IGNACIO DE LEÓN*
La complejidad de las transacciones comerciales propiciadas por el empuje de la tecnología hizo necesaria la aparición de una variedad de instituciones verificadoras de la información suministrada por las partes interactuantes. Por ejemplo, el registro de la “propiedad intelectual” ante una autoridad estatal o la verificación de transacciones a través de “bolsas de valores” administradas por terceros son mecanismos institucionales creados para establecer la certeza sobre transacciones o títulos invocados. Su razón de ser: reforzar la confianza social que permita generar las interacciones de mercado. El propio Estado regulador, típico de la segunda mitad del siglo 20, guiado por mecanismos de control y verificación, justificó su existencia en esa necesidad.
Una nueva tecnología, el blockchain (cadenas de bloques de información), podría destruir todo ese andamiaje institucional. En realidad, es inexacto definir al blockchain como nuevo, pues tal como lo afirma el gurú Vinay Gupta, sus inicios se remontan al surgimiento del lenguaje de bases de datos SQL en los años 70. Pero la aparición reciente de criptomonedas como bitcoin, basadas en blockchain, ha mostrado una nueva faz de esta tecnología que se espera revolucione la manera de verificar la información social dentro de muy poco tiempo. Pero, tratemos de explicar un poco más qué es blockchain, sus usos e implicancias.
¿Qué es el blockchain?
¿Alguna vez has robado un chocolate de la despensa, a escondidas de tu familia, violando tu promesa de hacer dieta? Tal vez sí y nadie se dio cuenta. Imagina ahora que intentas hacerlo a la hora del almuerzo familiar, esto es, a la vista de todos. Así funciona el blockchain. Es una tecnología que permite registrar datos, compartiendo cada cambio hecho en el registro virtual con los demás participantes de la red que se trate. De este modo, todos conocen en tiempo real los movimientos y cambios realizados en el registro, así como quién los introdujo.
Imagínate de vuelta, en el jardín de infantes, jugando con tus amigos a construir una torre hecha con Lego, cada uno colocando una pieza sobre el último nivel, a la vista de todos. Dado que los cambios son registrados cronológicamente, en presencia de todos, blockchain impide que cualquier miembro de la red, a escondidas, altere información ya subida a la cadena de registros. Solo permite añadir nuevos registros que son inmediatamente conocidos por todos. Estos registros se encriptan en un hash o contraseña alfanumérica del bloque anterior. Y gracias a ese hash todos los bloques están referenciados de modo criptográfico, por lo que solo los bloques que contienen un hash válido son introducidos en la cadena y replicados a todos los miembros de la red que utiliza ese blockchain.
No se necesita que un tercero avale la veracidad de lo transmitido a la red, pues son los mismos participantes los que compiten para hacer la verificación. Para ello utilizan un concepto llamado “minería”, sin duda inspirado de la época en que el oro constituía la moneda universal de intercambio. Por ejemplo, “minar bitcoins”, por mencionar una aplicación de blockchain, no se trata de descubrir nuevos bitcoins como el oro en una mina, sino de validar que no sean utilizados más de una vez, para brindar seguridad a la red. Al asegurar que no sea posible utilizar dos veces el mismo bitcoin, los mineros evitan el fraude en estas redes digitales, pues de otro modo sería muy sencillo replicar infinito número de veces el mismo archivo informático sin costo alguno.
Para hacer minería, los mineros comprueban la consistencia de la solicitud en la cadena de bloques a la cual pertenece, para evitar el gasto duplicado de quien dice ser dueño de tal o cual número de bitcoins, y desencriptan el hash, para constatar la veracidad de la información. Esto no es nada sencillo de hacer, pues, aunque sea muy fácil producir un hash a partir de una gran cantidad de datos, cada resumen criptográfico es único, por lo que descifrarlo requiere enorme potencia computacional.
Cada vez que un minero encuentra un hash válido (debe reunir una serie de condiciones), se lleva, tras la comprobación de al menos el 51% de los mineros, unos 12,5 bitcoins, lo que al cambio actual son aproximadamente 212.500 dólares. Con este incentivo, los mineros se esfuerzan por ser los primeros en descifrar correctamente el hash. Así, la cadena de bloques se actualiza constantemente, quedando los registros actualizados en las cuentas de cada uno de los participantes. Esto crea un mecanismo de confianza tecnológica que sustituye la intermediación de un sujeto o institución verificadora.
Para entenderlo mejor lee más sobre cómo funciona y la implicancia para el sector en el que trabajas.
Innovando con blockchain
Una encuesta hecha a 3.000 ejecutivos C-suite en distintas regiones del mundo, publicada en mayo de 2017 por el Institute for Business Value de IBM, arroja resultados impresionantes: un tercio de las empresas tecnológicas ya están utilizando blockchain para innovar en sus modelos de negocios, o se lo están planteando seriamente. ¿De qué manera están anticipando esos cambios disruptivos en sus modelos de negocio?
En el sector financiero muchas startups comenzaron a utilizar cambios contables para registrar traspasos de valor, usando el encadenamiento propio del blockchain, lo que ha dado lugar a varias monedas criptográficas, siendo el bitcoin la más conocida. También, gracias al abaratamiento en la transferencia de remesas, el blockchain permite comisiones bajísimas comparadas a las que aplican empresas del sector. Por ejemplo, el banco Bitspark de Hong Kong cobra una comisión del 1% como cargo por ordenar una remesa. Pensemos en el ahorro que ello supone, para los 450.000 millones de dólares transferidos a nivel mundial en 2017 por emigrantes a sus familias en sus países de origen, según estimaciones del Banco Mundial.
En el sector industrial, se ha descubierto que blockchain hace posible la trazabilidad total de un producto, desde que se fabrica hasta que lo compra un consumidor final. Empresas como Airbus y Daimler ya han empezado a construir blockchain para hacer seguimiento de las piezas a lo largo de su ciclo de vida. Esto puede incrementar la seguridad de los aviones o camiones, al conocer con precisión la calidad de las piezas que utilizan sus aparatos, sin depender de controles externos de proveedores.
En la industria de la música, el blockchain podría ayudar a los músicos a comercializar sus creaciones sin necesidad de utilizar engorrosos y mal remunerados contratos de licencia para ello, creando aplicaciones que permiten conocer en tiempo real cuándo, donde y cuánto se toca una melodía compuesta por ellos, cobrando automáticamente a los usuarios por tal uso.
En la industria de seguros, se abarataría la contratación de seguros de salud y de vida, cuyos costes administrativos y niveles de fraude se desplomarían, pues no requeriría la enorme cantidad de empleados haciendo cálculos actuariales, sino que por medio de smart contracts, autoejecutables ante el acaecimiento del factor asegurable. Se calcula que en India sólo el 15% de la población cuenta con un seguro de salud. En 2016 en España existían más de 11 millones de pólizas.
Incluso, las Naciones Unidas esperan que el uso de blockchain reduzca sus gastos generales de administración de su Programa Mundial de Alimentos del 3,5% actual a menos del 1%.
A largo plazo, esta tecnología será clave para el despliegue de la llamada Industria 4.0. Se trata de un fenomeno global, con potencial disruptivo casi infinito. Ello no ha pasado por alto a los inversionistas. Como se aprecia en la siguiente gráfica, el crecimiento de inversión de capitalistas de riesgo en plataformas blockchain ha escalado de modo impresionante.
Impacto en las instituciones sociales
¿Cuánto tiempo pasará antes que estas inversiones se traduzcan en un nuevo mundo guiado por la inteligencia artificial, la Industria 4.0 y, como no, el blockchain? Veamos la historia: La máquina a vapor demoró 80 años en convertirse en la tecnología generalizada; al teléfono le tomó apenas 25 años; al computador personal, aun menos, una década; a la telefonía móvil, unos 5 años. ¿Cuánto tomará al blockchain?
Pero quizás la pregunta más interesante sea esta: ¿Cuál será el impacto que esta revolución disruptiva tendrá en las instituciones sociales? ¿Acaso Blockchain resolverá los problemas de corrupción que erosionan la confianza social? A juzgar por el impacto esperado en los sectores arriba mencionados, el blockchain será un gran mecanismo simplificador de las transacciones, eliminando intermediarios poco confiables cuando los participantes de una red no se conozcan bien y precisen mayor nivel de confianza.
En otras palabras, no siempre será necesario utilizar intermediarios y no siempre será preciso apelar al blockchain. Lo interesante, y democrático, es que la decisión de escoger cuál mecanismo utilizar para blindar sus transacciones corresponderá a los propios participantes, no a algunos políticos ansiosos por preservar sus propios intereses. Y eso es la mayor disrupción política habida desde tiempos de Aristóteles hasta hoy.
Quizás esta sea la clave para que la región latinoamericana supere sus menguados índices de confianza social, que sin dudas es una causa fundamental de su rezago económico y social.
En próximos artículos comenzaremos una serie sobre una iniciativa del BID junto al Berklee College of Music y su Open Music Initiative que explora los usos del blockchain en la industria de la música.
* Ignacio de León es Especialista Líder en la Division de Competitividad e Innovación del BID. Es un referente internacional en políticas antimonopolio y de comercialización de propiedad intelectual, y posee amplia experiencia como consultor para organismos internacionales en proyectos en América Latina, Medio Oriente y Asia. Ha escrito extensamente sobre políticas de antimonopolio, desarrollo económico y emprendimiento en países en desarrollo. Ignacio es abogado (Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela) y doctor en Derecho (University College London). Igualmente tiene una maestría en Derecho (Queen Mary College, Londres) y un MBA (Universidad Francisco Marroquín).
Tomado de: https://blogs.iadb.org
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