Desde los años 50 los economistas han venido argumentando en contra de la especialización en recursos naturales. En los 90, tras una ola de estudios empíricos que sugerían una asociación negativa entre abundancia de recursos naturales y crecimiento económico, se comenzó incluso a hablar de la “maldición de los recursos naturales”.
Por JOCELYN OLIVARI *
Se decía que no se benefician del progreso tecnológico, que provocan inestabilidad macroeconómica al estar expuestos a permanentes fluctuaciones de precios, que generan economías de enclave y que desencadenan comportamientos rentistas.
Esto llevó a una región como América Latina y el Caribe a enfocarse en modificar sus patrones de especialización hacia otros sectores, como la manufactura. De esta manera se privilegió el desarrollo de políticas enfocadas a potenciar al sector industrial en desmedro de los sectores intensivos en recursos naturales.
Sin embargo, durante los últimos años se ha comenzado a repensar el rol que los recursos naturales pueden jugar en el desarrollo económico de la región. Contrario a lo que se creía, las industrias intensivas en recursos naturales están convirtiéndose en una importante fuente de aprendizaje, innovación y creación de valor. La abundante evidencia* existente al respecto sobre la región es prueba de que no son una maldición. Pero tampoco representan una bendición, pues tenerlos no es condición sine qua non para generar crecimiento y desarrollo económico.
De esta manera, la pregunta de si los recursos naturales son una maldición o una bendición ha perdido relevancia. Lo que realmente debemos entender son las condiciones bajo las cuales es posible crecer de manera sostenible en base a recursos naturales.
Al menos tres factores explican que industrias intensivas en la explotación, uso y producción de recursos naturales estén convirtiéndose en motores de cambio estructural en la región:
1) Nuevos avances tecnológicos
En primer lugar, la aplicación de nuevos avances tecnológicos al proceso productivo está generando una profunda transformación en las actividades basadas en recursos naturales.
Un ejemplo claro de esto es la transición desde la agricultura convencional hacia la agricultura de precisión en Argentina y Brasil, líderes mundiales en la producción de soja. Este nuevo paradigma de producción agrícola se basa en la utilización de innovaciones provenientes de nuevas aplicaciones de la biotecnología y genética, como semillas modificadas genéticamente y biocidas resistentes a insectos. La incorporación de estas innovaciones, muchas veces desarrolladas por empresas locales, ha contribuido sustancialmente a incrementar la competitividad de esta industria.
Lo mismo ha ocurrido con la aplicación de biotecnología a la minería del cobre en Chile, dando origen al innovador proceso de biolixiviación, una tecnología que emplea bacterias para extraer metales de un concentrado de mineral, permitiendo reducir costos de producción y el impacto ambiental en las faenas mineras.
2) Especificidad local
Un segundo factor se relaciona con la especificidad local, no solo en términos del entorno institucional y regulatorio en el que se insertan las actividades de recursos naturales, sino también en términos de las características biológicas y genéticas de la tierra, bosques o ríos que alojan al recurso natural.
Las características específicas del entorno determinan la manera en que se organiza la producción en estas industrias. Por ejemplo, una fábrica de zapatos opera de manera estándar independiente del lugar en que esté situada. Pero la producción de salmones en Chile o de soja en Argentina va cambiando constantemente al verse enfrentada a nuevos retos ecológicos y ambientales, como la presencia de nuevos virus, plagas y sequías. De esta manera, los recursos naturales se convierten en un blanco móvil donde la evolución eficiente de las empresas y la industria dependen de la permanente adaptación a los cambios en las condiciones de entorno.
Ahora bien, como todo mercado, el de los recursos naturales también se ve expuesto a fallas de mercado que deben ser corregidas mediante acciones de política. Como las actividades productivas en estas industrias suelen ubicarse cerca de bienes comunes, como bosques nativos, ríos o frentes marítimos, existen altos riesgos de transmisión de virus, insectos y bacterias. Esto implica que la (in)acción de un agente tiene consecuencias sobre el resto de los agentes que se encuentra explotando el mismo bien común. Un claro ejemplo de esto fue la crisis sanitaria de la industria del salmón en Chile producto de la irrupción del virus ISA en 2008. En reacción a esto las autoridades no tardaron en introducir nuevas regulaciones al sector y con ello se cambiaron las reglas del juego. A partir de esto se modificó la organización industrial del sector ya que comenzaron a emerger empresas de servicios intensivos en conocimiento para responder a los nuevos estándares sanitarios.
Por ello es importante tener en mente que la explotación de recursos naturales de manera sostenible depende en gran medida del entorno institucional y regulatorio en el cual opera y por lo tanto queda en manos del sector público generar un entorno propicio para que este tipo de industrias prosperen.
3) Externalización
Un tercer factor tiene que ver con la tendencia a la externalización de actividades en las industrias basadas en recursos naturales, especialmente en la agricultura, minería, acuicultura y producción de frutas.
Con la incorporación de nuevas tecnologías al proceso productivo y la complejidad del conocimiento requerido para el procesamiento de los recursos naturales, muchas empresas han decidido enfocarse casi exclusivamente en la producción de materias primas para reducir costos y riesgos de producción, y han comenzado a externalizar actividades más intensivas en tecnología y conocimiento. Así, han transferido a proveedores de servicios especializados las dificultades de mantener el ritmo de la modernización tecnológica y de la renovación de equipos. Por ejemplo, las empresas mineras han comenzado a externalizar sus actividades de voladura del mineral a contratistas independientes, mientras que las empresas de acuicultura han dejado de trabajar con sus propios veterinarios y han externalizado la vacunación de peces a proveedores externos.
De esta manera, estos tres factores han abierto una ventana de oportunidad para la emergencia de nuevas empresas locales dedicadas a la provisión de productos y servicios intensivos en conocimiento.
Bajo estas condiciones, los recursos naturales se perfilan como una plataforma para el desarrollo de industrias innovadoras que contribuyan a potenciar el desarrollo económico de la región de manera sostenible. Que esta ventana de oportunidad sea aprovechada y no pase frente a nuestros ojos requiere del diseño de estrategias concretas que promuevan de manera explícita el desarrollo y dinamismo de estas industrias.
Una discusión más acabada la podrás encontrar en la futura publicación del BID “La política de innovación en América Latina y el Caribe: Nuevos caminos”, a ser lanzada a inicios del 2016.
*Jocelyn Olivari es economista de la División de Competitividad e Innovación del Banco Interamericano de Desarrollo y Doctora en Economía y Política de Innovación de la Universidad de las Naciones Unidas y la Universidad de Maastricht (UNU-MERIT). Sus intereses de investigación abarcan la economía de la innovación, el emprendimiento y las políticas públicas vinculadas a estos temas. Previo a sus estudios de doctorado lideró el área de Innovación del Centro de Investigación en Innovación y Emprendimiento INTELIS del Departamento de Economía de la Universidad de Chile. Anteriormente formó parte de la Secretaría Ejecutiva del Consejo de Innovación para la Competitividad y de la División de Innovación del Ministerio de Economía en Chile. Jocelyn cuenta con una Maestría en Economía de la Universidad de Chile y el título de Ingeniero Comercial de la misma universidad.
Tomado de: https://blogs.iadb.org